Me acabo de terminar una lectura diagonal a la sentencia Nº 000038/2018 de la Audiencia Provincial de Navarra, más comúnmente conocida como la sentencia de “el juicio a la manada”, sobre la (supuesta) violación y (probado) abuso sexual a una chica por parte de cinco hombres durante los San Fermines. Y como me he leído las 371 páginas, con mayor o menor atención, me siento capacitado para dar una opinión.

El documento consta de unas 120 páginas con la sentencia en sí, más otras 240 páginas de un voto particular de uno de los magistrados. En resumidas cuentas, la sentencia dice que queda probado un abuso sexual (sin violencia ni intimidación), mientras que el voto particular alega que no hubo ni agresión ni abuso, y que hubo consentimiento.

Voy a citar parte del voto particular, página 352:

El debate producido entre acusaciones y defensas ha girado en torno a si los actos sexuales realizados por los acusados se llevaron a cabo con el consentimiento de la denunciante, [o] sin él, por haberse anulado su libertad sexual al haber empleado contra ella la violencia y/o la intimidación para conseguir realizar aquellos actos,[…]

Página 313:

[…] todos además han coincidido en manifestar con igual firmeza no solo que la denunciante consintió las relaciones, sino que todos ellos actuaron bajo el convencimiento de que quería mantenerlas y además, de que disfrutó de las mismas, convencimiento que se reforzaba al escuchar sus gemidos, al ver la expresión de su rostro durante las prácticas sexuales que compartieron y por el hecho de que todo parecía indicarles que ella las aceptaba de buen grado pues en ningún momento mostró oposición, malestar, negativa o incomodidad alguna.

Y página 315, negrita mía:

Que interpretaran que la denunciante consentía las relaciones que mantuvieron es algo que también puede admitirse como razonable, valorando la propia declaración de aquella y lo que resulta de los vídeos y fotografías que ya se han valorado. Si un experto en psiquiatría como el Sr. Sanz Cid, además, ha manifestado con firmeza y bajo juramento que no ve, en lo que de los vídeos resulta, indicio alguno del “shock” o del “bloqueo” emocional que la denunciante refiere, no parece razonable exigir que los cinco acusados lo percibieran o pretender que necesariamente debieran haber sido conscientes de lo que ella albergaba en su fuero interno; por el contrario, que interpretaran su expresión o sus gemidos y jadeos como signo de aceptación, por más que esta internamente pudiera estar repudiando lo que sucedía, es algo que puede admitirse como razonable en ausencia de prueba que acredite lo contrario y que, a mi juicio, no se ha ofrecido por las acusaciones; muy al contrario, la propia denunciante en su declaración en el plenario afirmó que, a su juicio, es posible que los acusados hubieran interpretado que ella no se estaba sometiendo.

Y ahora voy a dar un salto de tirabuzón y voy a citar el artículo 3 (punto 1) del código civil, negrita mía:

Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas.

De todo lo anterior saco la siguiente conclusión:

Está normalizado por nuestra sociedad que el que una mujer actúe de forma sumisa o pasiva durante una relación sexual, eso implica consentimiento. O si grita y jadea, también está implicando consentimiento.

Está normalizado que si una mujer no dice que no, entonces implica que dice que sí.

No digo que esto esté bien. Digo que esto está normalizado. Y que los jueces están obligados a interpretar las normas según lo que esté normalizado en la sociedad del momento.

Durante el proceso judicial, y en varias partes de la sentencia y delvoto particular, se estudia si «la denunciante» iba vestida así o asá, si se besó o no con uno de «los acusados», si iba más o menos borracha. Pero no se cuestiona si «los acusados» preguntaron a «la denunciante» si quería tener una relación sexual. Porque está normalizado que no hace falta pedir permiso.

Y el que esto esté normalizado es una mierda. Para todas las personas, seáis feministas o forococheros.

En serio, decir un «¿Quieres follar?» no cuesta nada. Hacedlo, mecagüenlaleche.

(Y una vez eso esté normalizado, podremos avanzar a los «He cambiado de opinión» y los «Oye, ¿tienes un preservativo?», porque madre mía.)